11 nov 2014

Otro clásico tricolor, de atrás y en la hora

«Ya saben. A estos hay que ganarles y, si pueden, con un gol de penal en los descuentos… ¡así se van bien calientes!»



Las palabras fueron dichas por Washington “Pulpa” Etchamendy y tienen una validez increíble para lo acontecido este pasado domingo. Es cierto, la magia del “Chino” no fue llevada a cabo en un penal sino en un tiro libre, pero a pesar de ello la idea se mantiene. Nacional logró una nueva victoria clásica sobre los últimos minutos de juego, pero eso no es todo: dio vuelta el partido y ambas anotaciones llegaron luego de los noventa minutos de juego.


Si la felicidad pudiera cuantificarse de más está decir que en ese momento, luego del segundo gol y también al finalizar el partido, sería imposible asignarle un valor. Estoy seguro que a todos los hinchas del Club Nacional de Football los invadió una emoción inmensa, inexplicable, única. En mi caso, les aseguro que fue algo nunca antes vivido. Ni siquiera comparable a lo del 2 a 1 del año 2011, en circunstancias similares. Esta fue la más especial de todas. Y para colmo, así como también en aquella oportunidad hace ya tres años, Álvaro Recoba lo vuelve a hacer, nos vuelve a emocionar.

Es cierto que este partido en particular, prácticamente todo blanco, azul y rojo en las tribunas dada nuestra localía, no fue demasiado vistoso en el primer tiempo. Sin embargo, las aproximaciones más importantes las tuvo Nacional, por ejemplo en el cabezazo de Carlos De Pena, que ataja abajo, sobre su palo derecho, el arquero (payaso) de Peñarol. Iván Alonso envía por encima del travesaño el rebote de dicha situación. También hubo otro cabezazo de Alonso, tal vez un tanto débil, que volvió a contener el arquero. No hubo demasiado más.

En el segundo tiempo Peñarol se encuentra en ventaja con un penal que, a mi parecer, fue, luego de ver la repetición varias veces, vale decirlo. Sin embargo, hasta ese momento no había hecho demasiado para ponerse en ventaja. Munúa, unos minutos más tarde, tuvo una atajada que valió el seguir en el partido, y tal vez fue la otra ocasión clara que tuvo Peñarol durante el partido.

Faltando unos veinticinco minutos, el entrenador tricolor manda tres cambios al mismo tiempo para golpear el trámite del partido. Inmediatamente, Nacional parece no tener demasiada reacción, ya que el equipo estaba partido y dejaba espacios sobre todo en el centro del campo, pero esto va cambiando lentamente. Recoba empieza a entrar en contacto con la pelota y tiene un par de tiros libres, antes del tercero que manda a guardar. Pero no nos adelantemos. Taborda se transforma en referencia para la búsqueda con envíos largos y Sebastián Fernández, ubicado sobre la banda derecha, debe aparecer con sus chispazos para abrir un poco más la defensa del rival, quien ya en ese momento se decide por defender la ventaja obtenida.

No sé si valdrá la pena hablar un poco de las expulsiones. La primera me parece correcta, Macalusso (Peñarol) va de manera vehemente en búsqueda de la pelota y hace volar —literalmente— a Sebastián Fernández. Sin embargo, la de Santiago Romero (Nacional) —y no lo digo porque sea de Nacional— resulta exagerada. Es el típico “foul táctico” que acostumbra a llamarse. Lo que intenta, más delante de la línea central y contra una banda, es cortar un contragolpe. Digamos que va a marcarlo y termina no dejándolo pasar. ¿Hubiera bastado con sujetarlo de la camiseta? Tal vez que sí, pero de una u otra forma, no debía ser más que amarilla.

Pasado los noventa minutos de juego, Nacional lanza un tiro de esquina en los pies de Carlos De Pena. En ese entonces, hasta Gustavo Munúa —arquero tricolor— sube al área rival. Arismendi es quien logra conectar un cabezazo que cae sobre el área chica y aquí se da la situación que, ocurriendo demasiado rápido, no ve el árbitro ni prácticamente ningún futbolista de Peñarol: la pelota golpea en la mano de Sebastián Fernández y entra al arco; Iván Alonso se tira sobre la línea para empujarla pero no llega a tocarla. Aún así, el árbitro se lo da a Alonso y Nacional empata el partido. Locura, emoción, y recompensa por la búsqueda.

Un par de minutos más tarde, Valdez carga sobre Taborda. Dicen que no es infracción, ¿pero a caso no ven la mano del defensor entre el cuello y el hombro de Taborda? ¿Tampoco ven la rodilla en el medio de la espalda? No, al parecer no lo ven o no quieren verlo. Sea como sea, tiro libre para Nacional a unos veintiséis metros del arco carbonero. La pelota la toma Álvaro Recoba y el estadio queda mudo. A los hinchas tricolores los invade una sensación única, como si ese momento ya fuera vivido. A los demás, también en silencio, los asalta la incertidumbre, sabiendo que es posible que algo no demasiado feliz ocurra.

Entonces ocurre.


El “Chino”, con la magia en su zurda, coloca la pelota en el fondo del arco de Peñarol. Un efecto al que siempre nos tuvo acostumbrados marca una curva perfecta que culmina junto al palo izquierdo, a buena altura, del arquero carbonero. Nacional se pone en ventaja, da vuelta el partido, 2 a 1, y se lleva la victoria. Además, de estar, tres minutos atrás, ocho puntos encima del tradicional rival, en ese momento son catorce lo que los separa. Nacional mira desde lo más alto, acaricia el título del Apertura y aleja aún más a Peñarol por la lucha, a futuro, de la Tabla Anual.

En el estadio y en todo el Uruguay se escuchó el «¡Nacional noma!» pero también un «Gracias, Chino, gracias de nuevo».


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