En el fútbol existen partidos y partidos. Están aquellos amistosos que sólo se utilizan para ir dando a los jugadores la forma física al inicio de la temporada, para ir aceitando el funcionamiento colectivo del equipo a modo de prueba. También están aquellos que se disputan por una competición, donde al ganar se obtienen tres puntos y al perder nada. Pero dentro de estos donde los puntos pesan, hay otra división: los que emocionan o no. Toluca vs Nacional fue uno de ellos, sobre todo para los hinchas tricolores.
El panorama para el equipo uruguayo no era el mejor. Había empatado en su primera presentación de Copa Libertadores como local ante Barcelona de Ecuador. El equipo en ese primer episodio había mostrado cierto estilo de juego los primeros minutos pero, tras ir en desventaja, faltaron ideas y, aunque se terminó empatando con más ganas e inspiraciones mágicas de algunas de sus figuras, quedaron demasiadas dudas. La segunda presentación sería una visita a México con su bendita altura. Toluca era el rival de turno.
Entrando ya en la madrugada del miércoles, en horario uruguayo, el conjunto de camiseta blanca saltó a la cancha sabiendo que incluso el empate sería muy complicado. Comenzó el partido y la tónica se mantuvo durante el primer tiempo: Toluca tenía la pelota, la movía de un lado a otro, y buscaba penetrar en las líneas formadas por los futbolistas de Nacional. En ese primer tiempo no se tuvo la pelota, cuando se la tuvo, se la despejaba lo más lejos posible. La sensación que a mí me dejó esto fue que de esta manera los jugadores llegarían con menos cansancio para el segundo período. Más pensé en esto cuando faltando un par de minutos para finalizar la primera mitad, el conjunto uruguayo se soltó y llegó a complicar al Toluca.
Nacional a pesar de encontrarse en desventaja, salió con otra actitud para encarar el segundo tiempo. Los cambios que realizó el DT sirvieron para alterar el marcador y la balanza del partido. De Pena por el carril izquierdo y Arismendi imponiendo su presencia le ayudaron al equipo a pararse más arriba; Albín tuvo chispazos de inspiración que sirvieron tanto para que Vicente Sánchez —a mi juicio, la figura del partido con su rendimiento y los dos goles— e Iván Alonso se lucieran y lograran marcar. Alonso, con soberbia definición, colocó el 3-2 que a la postre serían cifras definitivas.
Me detengo en la actuación de Nacional en el segundo tiempo. Ya habiendo medido los primeros cuarenta y cinco minutos iniciales, se dispusieron a ir por más. Se podía ir por más y se fue por más. Hubo ambición. La desventaja se vio igualada tras el primer gol de Sánchez; Toluca, con facilidad, volvió a llegar y marcó el segundo tanto. Nuevamente a remarla de atrás. Lo rescatable es que volvió a poderse. El conjunto local quedó bastante mal parado y los creativos de Nacional tenían buenos espacios que explotar ¡y vaya si lo hicieron!
Ese segundo tiempo no habrá sido brillante en lo estético, pero sí que fue importante desde la ambición y lo que se buscaba. Nacional no se encontró con algo que no buscaba, sino que fue por buscarlo que llegó. ¿Alguien imaginaría que lo íbamos a dar vuelta? Tal vez no, pero cuando el equipo iguala de nuevo y continúa animándose, ¿por qué no soñar? Y finalmente se dio. Los últimos diez minutos fueron bastante jodidos, sobre todo porque lo que estaba lográndose era muy importante y había que defenderlo de cualquier manera. Llegado el pitido final, todos los tricolores —dentro de la cancha, en las tribunas o alentando desde Uruguay u otra parte del mundo— festejaron; y no hay dudas, fue emoción con altura.
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