16 feb 2017

Sudamericano en tres colores


Luego de treinta y seis años, la selección uruguaya se consagra campeona de América en la categoría sub-20. Dicha conquista incluye sendas victorias en el hexagonal final ante Brasil y Argentina, los tropiezos frente a Venezuela y la victoria en la última fecha ante el dueño de casa, Ecuador, en un partido con sabor a final, puesto que ambos equipos competían por el título. Tal vez haya una entrada sobre esto último pero hoy quiero detenerme principalmente en los futbolistas tricolores que vistieron de celeste.


Nacional aportó a la selección a cinco futbolistas, cuatro de los cuales eran defensores. El quinto es Rodrigo Amaral, quien ha tenido participación en el primer equipo, aunque en los últimos meses se haya visto relegado. El central Nicolás Rodríguez no tuvo minutos durante el campeonato recientemente concluido y Mathías Olivera, de notables condiciones, dejará pronto el club. Es por esto que me centraré en esta ocasión a hablar un poco sobre Matías Viña, Agustín Rogel y Rodrigo Amaral, el más conocido.

De la banda al centro

Matías Viña empezó el Sudamericano sub-20 como lateral izquierdo ante Venezuela, mostrándose seguro a la hora de cubrir su posición y marcar. Tras el buen debut, Fabián Coito lo mueve al centro de la defensa, dándole lugar así al otro tricolor Mathías Olivera. A partir de allí, Viña no se movió de su puesto de central, teniendo grandes participaciones a lo largo del torneo.

¿Qué mostró Viña en sus partidos como central? Recuerdo haber comentado ‘qué bien juega ese tal Viña’, sin saber a esas alturas que era futbolista de Nacional. Recién me entero de esto último cuando marca el agónico gol frente a Brasil tras bajar una pelota de manera magnífica, con un control que me hizo pensar que era Bentancur. Viña ofrecía seguridad en su posición, sí, se mostraba ágil para marcar, pero aportaba algo más, seguridad con la pelota en los pies. En más de una oportunidad sacó la pelota limpia desde atrás. Era un apoyo más que fiable cuando el balón regresaba atrás y era jugado por los centrales para volver a construir el juego hacia adelante. Sin dudas, a futuro y como potencial central de equipo grande, esta cualidad será muy apreciada.

También exhibió buenas decisiones a la hora de ir por la pelota en zonas de la cancha comprometidas, como recuperar con buenos cruces dentro del área pelotas que con medio segundo de duda podía significar infracciones. Bastante rápido y ágil, lo noté, y sin inconvenientes a la hora de jugar con el equipo abierto, posiblemente donde más se lució junto a Rogel.

Una muralla

El caso de Agustín Rogel es un poco distinto. Posee un físico más potente que Viña aunque un tanto menos ágil visiblemente. Sin embargo, con el transcurrir de los partidos, quedó en claro la calidad de este futbolista. Su tamaño no lo incapacitó para ganar duelos 1 vs 1 ante rivales sensiblemente más pequeños y veloces que él. Cuando Rogel iba, ganaba casi siempre, y si no ganaba, sabía cuándo cometer infracción y cuándo confiar en que sus compañeros terminarían cubriéndolo. Su presencia en el área se fue haciendo más importante y notoria en los últimos partidos, y se lo extrañó ante Venezuela en el hexagonal final.

Puede que con la pelota, Rogel esté un par de puntos por debajo de Viña, sin embargo, no se lo vio dubitativo a la hora de jugarla. Recibía y con la confianza que fue adquiriendo en la competición, terminaba lanzando por abajo a sus compañeros, sin abusar de los balones por el aire.

Pocas horas atrás, Martín Lasarte, entrenador de Nacional, confirmó que contaría con ambos futbolistas para el primer equipo. Esta no es otra que una muy buena noticia para ellos y para nosotros. Con sus primeras experiencias con la celeste y un mundial de la categoría a mitad de año, será importante tanto para Viña como para Rogel tener un roce al menos en los entrenamientos con los futbolistas del primer equipo, que los dotará de mayores capacidades. Será cuestión de cuándo, pero, a futuro, tenemos centrales para rato…

Clase de '10' con mucho gol

Rodrigo Amaral era, a priori, el futbolista más importante de la selección uruguaya junto a Rodrigo Bentancur, de Boca Juniors. Había otros nombres a rescatar, es cierto, como era el caso del delantero Nicolás Schiappacasse, de Atlético de Madrid, o Nicolás De La Cruz, de Liverpool de Uruguay. Pero a mi entender Rodrigo Amaral estaba sobre ellos, teniendo ya una experiencia en el Sudamericano sub-20 dos años antes.

Con 19 años y con la única duda de su peso, que lo limita, nos encontramos con un mediocampista creativo de enorme talento y grandes aptitudes ofensivas para marcar goles. Amaral tuvo mayor participación en el Bolso bajo la conducción de Gustavo Munúa y se vio relegado con Lasarte. Técnica, visión y un entendimiento del juego muy superior a la media para la edad que tiene, lo convertían en pieza clave para este Uruguay. Su participación no puede medirse en los goles convertidos y tampoco puede obviarse un par de encuentros desde el banco de suplentes o sus reiteradas sustituciones al poco tiempo de iniciado los segundos períodos, para mantenerlo fresco y en forma.

Los goles con remates desde fuera o tiro libre, sumándole también desde dentro del área, los pases, los dribles, y otra cosa muy importante, la cinta de capitán. Con apariciones fugaces y con partidos en donde las cosas parecían no salirle, bastaba una acción, una pelota, no importaba si con rivales cerca o lejos, para marcar la diferencia en el arco de enfrente. Su única barrera, hoy por hoy, es su físico, que cuida prodigiosamente pero que sigue complicándolo. Sin ese impedimento, posiblemente hoy hablaríamos de un Amaral en Europa, y con dicho impedimento, aún no ha logrado consolidarse como una pieza de recambio en Nacional. Creo yo que los próximos meses irán marcando a fuego su carrera, y la participación en el Mundial sub-20 será una medida muy importante para estimar de mejor manera dicho por venir.

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